Seguimos nuestra singladura y un poco más al norte, a unas tres millas, llegamos a la población de Lipari.
Lipari es la mayor isla y el principal puerto del archipiélago, así como la más poblada con 10.000 habitantes, de los que 4.400 residen en su capital homónima. Ofrece al viajero que llega en barco, la visión de su acrópolis amurallada, presidida por la catedral, con una ensenada a cada lado: Marina Corta al sur y Marina Lunga (Larga) al norte. Sobre el mismo promontorio que divide las dos Marinas el recinto amurallado contiene también la catedral y el castillo. De la primigenia catedral normanda de Lípari poco queda tras la destrucción que provocó el ataque de Barbarroja y la posterior reconstrucción, por los españoles, a finales del siglo XVI.
Al sur del castillo, en la ensenada de Marina Corta, se veía el puerto, muy pequeño y típico del Mediterráneo, con pantalanes de hormigón y con tránsito de turistas, barquitas de pesca y taxis acuáticos. Conserva el enclave portuario casi intacto, con casas bajas de marineros de principios de siglo XX. No lo visitamos pero su estampa era muy bonita.
Al norte del castillo y pegado a él había una zona amplia con pantalán de hormigón para barcos de pasajeros, ferris y barcos de mercancías pequeños. Un poco más adelante se veían yates y veleros en otros pantalanes pegados a la costa.
Dimos una vuelta por la zona y tras unos momentos de dudas de si íbamos a buscar una cala u otra marina que había en el norte de la ensenada, la marina de Pignataro, decidimos volver y acercarnos más a la costa, hasta que vimos los pantalanes móviles que hay en centro de Marina Lunga. Allí había gente que nos hacía señas para acercarnos a atracar.
Atracamos el barco tranquilamente y desembarcamos para poder darnos un paseo por la ciudad. Los pantalanes están sujetos a la playa en el mismo paseo en una instalación muy para turístas en tránsito. Pagamos la estancia y cruzamos la calle para refrescarnos con unas cervezas en un bar con mesas, en la calle, donde nos atendió muy bien la dueña. Luego nos dimos un paseo por la ciudad en la que cenamos.